De pura casualidad, me presentó a su prima, una chica
bastante maja, rubia y con unos ojos preciosos. Contamos algunos secretos
durante un par de horas y comenzamos a llevarnos bastante bien. Esta chica,
Claudia, no era de por aquí, vivía un poquito alejada de donde vivíamos
nosotras. A veces pensé que esto no podía ser una coincidencia, esto era cosa
del destino, y me gustaba. Las cosas volvían a su camino, aunque todavía me
faltaba mucho por recorrer.
Y entonces una nueva persona apareció en mi vida. Una
persona que, en verdad, sí conocía, pero que hasta el momento no había
descubierto qué nos unía.
Antes del verano, cuando todo con Irene falló, una chica me
ayudó con todo lo que me estaba pasando. Se llamaba Sara, un chica castaña, con
los ojos marrones y muy mona. Sí, tenía a alguien a su lado, pero las cosas
entre ellos no iban bien. A su novio, Alex, lo conocí hacía a penas unos años y
los dos me pidieron ayuda. Gracias a mi personalidad, ayudé a cada uno con lo
suyo, pero no pude arreglar algo que ya se había ido al traste. Ella no
volvería a quererlo, él ya ni la quería y sí, por mi culpa nada entre ellos
volvió a ser igual. Me pasé noche tras noche intentando pensar algo que los
volviera a unir, pero ya era tarde, ya no podría hacer nada por ellos. Un día,
por casualidad, se me declaró, todo lo había hecho por mí y así, simplemente
con unas palabras, despertó algo en mí.
“Pequeña, ya sabes todo lo que te quiero, ¿verdad? Solo que
sepas que estaré esperando todo el tiempo que haga falta, todo el tiempo que tú
necesites. Y aquí estaré como siempre, a tu lado.”
No me parecía justo para ninguno empezar algo tan
recientemente. Sí, algo me decía que él era para mí, pero otra parte me decía
que me utilizaría, que nada sería como antes, que esto marcaría un antes y un
después en mi vida. ¿Qué parte sería la acertada? Aún no lo sabía.
- Mar, ha pasado bastante tiempo, tienes que responderle. –
me decía Paula. – Algo le tendrás que decir ¿no?
- No se qué es lo que voy a hacer, no estoy preparada para
nada.
- ¿Cada vez que le ves tienes unas pequeñas maripositas? –
me decía con una sonrisa de oreja a oreja.
- Tal vez sí.
- Tía, no puedes dejar pasar esto. Necesitas a alguien así
en tu vida y esto no es una casualidad.
Y siguiendo sus consejos empecé con algo que realmente era
demasiado grande para mí. Sí, quizás le quería, pero no estaba segura de que
todo lo que me decía era real. Y tal vez no fuese así.
- Hola Preciosa – pronunciaba desde su pequeña boca con un
enano susurro con una enorme sonrisa.
- Hola
- ¿Te pasa algo cariño?
- Tengo algo que decirte. Desde hace un tiempo, tengo un
secreto escondido.
- Ya sabes que para todo estaré aquí. Si quieres contarme
algo te escucharé.
- He hablado con mis amigas, y lo que me pasa contigo no es
normal. Las cosas que me pasan son muy raras y habiendo pensado en lo que me
dijiste pues…
Me miraba algo sorprendido, estaba dudoso. No sabía que yo
le fuese a decir aquello, ni yo sabía que iba a hacerlo.
- Pues… había pensado que… podríamos… intentarlo. No sé así,
de prueba. Si sale bien genial y si no, pues amigos.
- Pues como quieras, yo estoy encantado de ser tu novio.
Solo era día dos, faltaban como diez días para empezar el
instituto como todos los años. Pero este, sería diferente. Mis antiguos amigos
se meterían conmigo, no me dejarían en paz. Mi mejor amiga ya no me hablaba,
había encontrado personas mejores que yo. Ahora todo se ceñía a mi novio y mis
tres amigas: Paula, María y Alba. Ellas lo eran todo, y aún lo siguen
siendo. O eso creía.